Que poca vida , la muerte se lleva,
al no alcanzar, la ebria noche de tu boca,
donde el tiempo y el reloj olvidan,
que coexisto , costilla a costilla,
en las arenas de tu playa ..desnuda y tendida,
Cuanto hálito, sin escapar dejo,
del laberinto oculto, de tus brunos cabellos.
Un dilema de alas, mariposas y flores,
brisas vírgenes y balsámicas sábanas,
donde Tu naces...,hermosa y crisálida.
Tan precisa de vida, que mueren tímidas,
mis antiguas manos vacías.
Naces...para ser ni eterno presente ,
en un reflejo de escarcha temprana,
entre tanta pupila enamorada.
En mi simple presencia horizontal,
fingida y muerta,
mi sonrisa párvula te convence,
como la tormenta a la tierra árida,
donde me recibes, desesperadamente calma,
marchita de pulidas negaciones
solo de mates y extintos colores,
henchida, de grietas colmadas.
De un negro, tan negro como sus ojos,
respiré el mismo aire caliente,
que su pecho, desgastado y virgen desprendía ardiente.
Mientras su boca y la mía, se hacían beso,
un labio múltiple, dulce y salado,
se instalaban, de embelesos callados
sobre un tibio amanecer recostado
Provengo de un infierno,
sin fuego , ni azufres,
museo de aromas condenables,
sobre mis austeros tactos decimales.
Donde su carne yace desnuda,
piel cristalina y aguda...como ninguna,
cual luna, en la noche de un solo cielo,
brilla única...su mirada interminable y pura.