Bajo la lluvia, los cristales puntiagudos de mil lagrimas caen despacio muy despacio por mis muy mal sentidas mejillas, el aroma a tristezas inunda todo aquel lugar, los trozos que alcance a recoger de mí, no fueron suficientes esta vez, no pude armar de nuevo el personaje ante ti, y caí.
Afuera un circo romano, ávido de sangre me desea ver morir, con el ultimo sol muere el ultimo gran dios, y con él las esperanzas en mi mundo se vuelven ingratas y se pierden por un mar melancólico y roto, que se evapora sin piedad, tú te vas con otro, yo me recuerdo aquella vez en que te bese, tu nunca admitirás tus culpas, la ironía siempre entre tú y yo por absoluta verdad.
Quien rezara por nosotros, las plegarias llenas de bondad, en que sacrilegios blasfemos se perderá el acento del tono de mi madre, y mis pequeñas flores en que desierto perecerán, a que jugaremos este día, si ya no hay nada más que hablar.
El reloj avanza sin piedad, con la justicia de mil agujas de fierro clavadas sobre mis manos, quemando con su verdad todo cuanto pude creer, me quedo, me voy, en un viaje misterioso, falso, hipócrita, sin el menor sentido, sin la menor verdad, el dolor es un lenguaje bien aprendido en mi mundo lleno de soledad.