“Memorias del Terremoto en Guatemala de 1976”
(Crónicas de los Patojos)
Era uno de esos domingos por la tarde en aquellas calles de casitas iguales, donde corren alegres manantiales de patojos jugando, retozando, gritando… Y que a regañadientes a una hora prudente, se entraban a la casa, dejando tras de sí tantas ganas de continuar, que las horas para volver a salir se hacían eternas.
Pero cual si fuera, premio de consuelo a eso de las 7 de la noche empezaba, la lica (película) por el canal 3. Aquel domingo cual si fuera el preámbulo de una tragedia anunciada, exhibirían la lica “Terremoto” la cual desde principio a fin mantuvo en suspenso a los patojos y con estado de pendiente a los papas.
Al día siguiente, que era el inicio de semana, los patojos volvían a la escuela y los papas a la labor cotidiana del trabajo, además era el inicio de ese nuevo mes, que en cuestiones de clima pone al mundo al revés…Para honrar aquel dicho popular “Febrero es un mes loco” pues lo mismo había lluvia, que calor, viento y frio que una tarde fresca de primavera. Aquella era un lunes de una semana cotidiana, donde los patojos comentaron hasta el cansancio, la lica del domingo, hasta que llego la hora de ir a la cama, unas cuantas horas habían trascurrido desde que el país dormía, pero a eso de 3:03:33 horas de aquel fatídico 4 de febrero de 1976, la tierra sacudió a Guatemala, causándole una gran herida, donde muchos de sus hijos no volvieron a despertar y otros sobrevivieron contando las heridas…
El terremoto de 7.6 en la escala de Richter, con el epicentro localizado a solo 5km de profundidad, afectando a lo largo y ancho al país, con una duración de 49 fatídicos segundos. Fue causado por la falla de Motagua.
En la Colonia, el terremoto sacudió la tierra y las casitas cual si fueran hermanas agarradas de la mano soportaron el embate de la naturaleza, ninguna casa se cayó, algunas solo sufrieron algunos daños menores, como la rajadura de paredes. El drama personal de la gente que habitaba aquella península incrustada en la capital, se resumía en haber salido despavoridos corriendo hacia los campos de futbol y las áreas abiertas, con la gente temblando de miedo y confundida, el ruido de las bajillas que pararon rotas en el suelo, los perros aullando y los patojos orinando en los campos del miedo. Aquella era una madrugada que aun que no hacía mucho frio, todos temblaban, la obscuridad era densa y aquello causaba mayor confusión, dado que no se estaba seguro de que era lo que sucedía.
Luego de aquellas largas horas de obscuridad, poco a poco fue amaneciendo, algunos pensaron en regresar a sus casas, mas debido a las replicas que se empezaron a suscitar, optaron por continuar a la interperie, solo los papas fueron por sabanas, linternas y cosa útiles como inútiles. Los vecinos de la Colonia, por unas horas ignoraban la magnitud de aquella catástrofe donde más de 23 mil personas perdieron la vida, 76 mil sufrieron heridas, y miles perdieron sus casas. Poco a poco se empezaron a tener noticias de la situación en otros puntos de la capital, así como del interior del país, conforme llegaban, la magnitud de la catástrofe se engrandecía.
Dada las replicas que se repetían una y otra vez sin previo aviso en la Colonia debido a la falla de Mixco, lo cual fue haciendo meya en algunas casas de la Colonia, localizadas principalmente en 5 Ave D y E y 15 calle, al igual que en la iglesia católica “Jesús Resucitado” donde inclusive era visible en el suelo una grieta, que se extendía por varios metros. Así como también los daños estructurales en la Escuela Darío González. Por otra parte la Colonia se constituyo en algo así como, el conejillo de pruebas, pues se comprobó que algunos materiales, así como métodos de construcción eran “Anti-sísmicos” como las laminas Duralita, material del cual estaban hechos los techos de las casas.
Tanto en los campos de futbol, como en las áreas verdes y abiertas las familias se establecieron en carpas improvisadas, que se dio en llamar “Champas” lo cual como era de suponer acarreaban incomodidades, aun que para los patojos aquello era una fiesta, ya que se pasaban todo el día jugando y al caer la noche se reunían a escuchar historias de miedo, chistes o a cantar. Pero los vecinos de la Colonia no fueron indiferentes ante el dolor y desastre de sus hermanos en otras áreas del país, se organizaban recaudación de víveres, ropa y medicina para ser llevadas a dichas áreas. El grupo Scout51 alisto a su tropa de Scouts, lobatos y muchachas guías para ayudar en la recuperación de cuerpos y rescate. El padre Antonio y varios feligreses se movilizaron para llevar consuelo tanto material como espiritual a los poblados afectados. Dadas las necesidades de transporte por estos días, por la iniciativa y creatividad de los chapines, nace una nueva forma de transporte público, los llamados “Ruleteros”.
Por estos años el conflicto armado en el país, entre las fuerzas del gobierno y la guerrilla guatemalteca, estaba en plena vigencia, mas por este tiempo se dio una tregua. Es de destacar también la asistencia de la comunidad internacional, pero el país rechazo la oferta de ayuda de Inglaterra por cuestiones de conciencia, dado que Guatemala sostenía su reclamación por el territorio de Belice el cual prácticamente había sido convertido en una colonia inglesa, cuando tanto por razones históricas, geográficas y de idiosincrasia dicho territorio pertenece a Guatemala.
Aun que los atracos no eran generalizados, los vecinos de los barrios se organizaban en patrullas de vigilancia, para salvaguardar tanto a sus familias, como a sus pertenencias. En un sector de la zona 1 en las cercanías del Paraninfo Universitarios fueron un grupo de luchadores encabezados por José Azari . En la Colonia por los jóvenes varones y los papas, los cuales patrullaban por turnos, las calles y callejones.
Sé que para muchos, aquel fatídico día trae a sus mentes imágenes de dolor y muerte, siendo probable que no quieran recordarlo… Comprendiendo dicho dolor, diré que para muchos, que lo sobrevivimos, sigue siendo parte de nuestra historia personal y aun sin quererlo dichas memorias resultan recurrentes. De mi experiencia personal puedo decir que aun mantengo vivida la imagen de personas muertas, colocadas en fila, frente al hospital general, cuando me dirigía de la mano de mi padre rumbo a su negocia, el cual cuando llegamos estaba reducido a escombros…El me soltó la mano, se agacho para recoger algunas cosas, se arrodillo y rezo un padre nuestro, luego voltio su mirada a mí y en ese momento aun que arrodillado era de mi tamaño, sentí que tenia tal estatura, que su cabeza tocaba el cielo .. . Luego se puso de pie y me dijo –No importa lo volveré hacer (refiriéndose a su negocio) y más grande- Lo cual ha sido hasta el día de hoy una de las más grandes lecciones que recibí de mi padre, de que un hombre puede caer, más debe de levantarse…Y de alguna forma resume, la frase que acuño el entonces presiden Kjell Eugenio Laugerud García “Guatemala esta herida, pero no de muerte.”
Oxwell L’bu