Vehemencia…
desmedida,
cada vez que te tengo
entre mis brazos, en mi mente.
Al escuchar tu voz
despiertan mis sentidos
adormecidos, por el mundano letargo,
tú la cura, tú el remedio de mis ánimos caídos.
Me elevas con tu mirada arrebatadora,
me quitas las ideas y los pesares,
me invitas a seguirte
con tus movimientos salvajes.
En una cadencia delirante
nuestros cuerpos confluyen,
en un desborde sin fin
de caricias, tactos ardientes que desbocan en placer.
De pasión nos alimentamos
del calor que enciende nuestras almas
de la sed que nos conduce
el uno al otro amarnos.