A ti a quien la oscura maravilla no pudo borrar del tiempo de los hombres,
ni vertir en el leteo tu nombre.
Recibiste un Cervantes y fuiste desterrado como el hijo de Laertes
del tesoro escandinavo.
Para ti no hubo lunas, que no fuese espejo del pasado
y cristal de soledades.
Tú agradecías la limosna que relegan los días:
la rutina, el sabor del agua y el pregusto de la muerte.
Aun ciego y quebrantado labraste versos incorruptibles,
Ninguna cumbre fue tu meta.
Cantaste cada ínfimo instante del ayer y de esos caminos que fueron ecos y pasos.
Te engañaron y debiste ser la mentira,
esa mujer que te esperaba y que tal vez te espera en otro orbe, sin importar tu ventura o desventura.
Cautivo y victima fuiste del arte, renunciando a lo mejor de la realidad hay esta lo trágico, hay radica lo bello en lo que fuiste.