El rostro de la soledad que enmascara con una sonrisa su desapercibido dolor. Dolor que se vuelve angustia y sufrimiento por la traición.
Saber que ya no estás y que tal vez nunca volverás me envuelve en un remolino de recuerdos que por caridad me ayudan a solventar estas ganas de tenerte nuevamente frente a mí, mas mi orgullo es sublime, no deseo derrumbar lo que con miradas despectivas y desprecios forzados inconscientemente he forjado.
Por lo tanto no esperes que doblegue y te pida que regreses, porque mi atormentada alma no te pedirá perdón.
Seguiré con mi careta fingiendo regocijo aunque tras la frígida sonrisa fallezca el rostro de la soledad.