Debo agradecer, en este nuevo día,
a mi Dios por estar vivo.
Por poder contemplar el sol que viene
pintando de rosa el horizonte.
Porque una nueva rosa ha nacido
junto a los claveles en la noche.
Cuando todos dormían, silencioso,
llegó otro pimpollo color blanco.
Quiero decirte mi querido Dios
(aunque tú ya lo sabes)
que tengo amigos que ríen conmigo
y que también lloran cuando lloro.
Que poco escribo de nostalgias y de penas,
le canto al amor y a la alegría,
que vivo enamorado de la vida
y de la mujer hermosa que has creado.
Tengo que agradecerte por dejarme oír
del pájaro su trino y el canturrear del arroyo,
el viento que sopla entre los bosques
y la música que llega melodiosa.
Por regalarme la belleza de la luna
y las estrellas, por la lluvia que cae despaciosa,
por la nieve de la cordillera y por la cordillera misma,
por el mar y por los lagos, por la selva impenetrable.
También por los animales que viven en la tierra,
y por las cosechas de los campos.
Por cada puesta de sol tras las colinas
por la sonrisa del niño y el saber de los abuelos.
Te doy las gracias por el frío de esta mañana
y por el calor que algún día volverá.
Por el pan fresco que está sobre mi mesa,
por el queso y el vino que brilla hoy en mi copa.
Te doy gracias por mis hijos y por mis nietos,
por el amor que anidas en mi pecho
por la ausencia de odios y venganzas
y por la vida, Señor, te doy las gracias.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(29-05-2009)