Quizá siempre vuelves con sabor a otra piel, con aroma a otras flores, pero tus ojos siguen siendo los mismos. Recuerdo bien tus ojos mi bella dama nocturna, bien lo sé, porque en noches de vino acompasado de una viola que va sitiando toda hendidura de tu piel, de la piel de este espacio, este lugar que tantas veces te vio caminar, allí en la sala acurrucadas de silencios en el sofá azul, acariciada de tus palabras. Esas palabras de tus ojos que me decían: “que difícil no sería amarte y que fácil me es volver siempre a tu lado, porque siempre cabes en mis brazos. Que bueno saber que me dejas ser, más que yo misma…”.
Cosas así venían de tus labios, de tu voz cálida y sonora como los acordes de una viola que se va sumergiendo dulcemente en el aire que nos rodeaba en esas altas horas de la oscuridad. Era bueno no esperarte pasada la media noche, era bueno saber que traías una sonrisa prendida de tu alma, cansada y viajera, era bueno saber que siempre dejabas un poco de ella esparcida en las copas, en la botella, en los candelabros, en las paredes, en que tantas veces por allí mismo pasaron nuestras almas amándose innombrablemente.
Y de nuevo vuelves como bien lo sabes hacer, esta vez con la mirada cansada y el corazón apretujado de tristezas, con todas tus emociones planas, con tus manos cotidianas de tu hacer en el trabajo.
Esta vez viene con otra piel, a canela y bálsamo, con tu cabello que emana fulgores rosas de atardeceres luminosos, verdosos. Tantos años, está por mas decir, te siguen reconociendo, mi alma, mis manos, y mis ojos. Tu alma que siempre se encarna en otro cuerpo y cada vez tiene un poco más de todos ellos. Y sin embargo, sigues siendo efímera, sin embargo vuelves. Y volverás sin que nunca me lo digas, sin que nunca me hagas esa promesa… volverás…
© D.Valencia Tobón. Reservado todos los derechos de autor.