El dinero sigue un camino
guiando a su incauto dueño,
que pone el mayor empeño
en buscarle un buen destino.
En nuestro suelo Perú latino,
la inefable tradición
nos dice que el centavón,
-moneda de vieja data-
se guardaba en una lata
o debajo del colchón.
Quien buscaba sin apuro
un lugar con garantías,
el Banco, en aquellos días,
era confiable y seguro.
Luego, un período oscuro
no faltó en ese circuito
donde, bordeando el delito,
ciertos inescrupulosos
por caminos muy tortuosos
idearon el corralito.
Para no menear divisas
entre valses y marineras,
hay los que a sus sucias monedas
las depositan en Suiza;
y muy fiel a esa premisa,
un célebre ex mandatario,
utilizó el recetario
y, sin cruzar la frontera,
mandó a encanutar afuera
medio millón del suelo patrio.
En este florido valle
se curten diversas formas
y dentro de ciertas normas,
sólo cambian los detalles,
para que el gobernante falle
suele contar con auspicios
de ladrones vitalicios
cómplices y mafiosos,
que cuentan en el poder,
con dos siglos de ejercicio.