Era una tarde gris allá en los andes,
el cóndor sobrevolaba el horizonte,
y la muerte cantaba su victoria
allá en la ladera de Tranca Wara.
Dos eternos rivales frente a frente,
bramaban incesantes y rascaban,
sus mugidos, cual bélicos mensajes,
cual voces de dragones furibundos,
los peñascos, los únicos testigos
que hasta hoy sus ecos reverberan.
Como dos gladiadores, los dos toros
el mulato y el negro, grandes rivales.
¿Sería el fin para cualquiera de ellos?
Más y más se acercaba el uno al otro
con sus ojos de fuego desafiantes
y en un saz. empezó el fiero combate.
Las astas como flechas se cruzaban
el negro el más diestro desde arriba
dominaba al mulato cuesta abajo,
y enceguecido por demoniaco odio,
no previno el peligro inesperado
y siguió empujando su oponente.
sin parar, hasta el despeñadero.
Rodaron y rodaron por la ladera
envueltos en espinas y tunales.
Un estruendo hirió a la apacible tarde
y el paraje de polvo fue cubierto.
Quedáronse deshechos, y desangrando
y con sus rojas lenguas escupían
agónicos bramidos en su agonía.
Mas el viento cargó sobre sus alas
el hedor a sangre y a venganza
Hoy el sol sigue brillando allá arriba,
el viento va cantando la canción de siempre,
en el cielo la inmensa polvareda
y en mi recuerdo al negro y al mulato veo
en eterna lucha encarnizada
allá en la ladera de Tranca Wara
Eugenio Sanchez Bacilio