El tiempo astrológico del mar, y
la zapa cavadora de los místicos secretos
ocultos bajo la tierra,
acumularon la bandera
de cuando errábamos ,
entre la ocre frontera del abandono
y el tiempo lila de los lagos reflejados
Hasta que hallamos el espacio del amor, y
sepultamos bajo los pliegues de la sábana
la noche que lloró lágrimas con sus ojos negros.
Las sabias lenguas de las estrellas
prometieron más días azules para nosotros.
Adelantando el reloj de la primavera
con el verde racimo
palpitando en nuestras manos,
al calor de enredadera
de los muslos tropicales.
En la hora eterna
del amor y su fruto,
la flor de corola y savia
chorreó silenciosa el ámbar.
El verano dió su palabra
de florecer los prados, y
la diosa de los caballos
soltar el relincho en la pradera,
hasta nuestros oídos melódicos,
en los dedos de hebra adheridos y
en nuestro amor de herradura clavado.