teresa ternavasio

OBSESIÓN

OBSESIÓN

 

Tener vida es algo tan natural, que jamás pensamos en el milagro de  nacer. Es el aliento, que recibimos cuando comenzamos siendo un embrión.  Si está a punto de abandonarnos,  recién nos damos cuenta que estuvo siempre ahí

 

¿Acaso  la mía me quiere dejar? Me invaden  sensaciones desconocidas. Las luces se encienden  incandescentes  y de repente  no puedo ver. Se apagan y me dejan en una oscuridad tan negra que apenas sé si estoy. Voces que expresan una premura desesperada. Tiempos que parecen llegar a su fin.

Una sirena que suena como lamento, reclama su espacio, pregonando urgencia. Puertas que se abren. El imperativo de alguien y manos que obedecen.

 

- Hay que detener la hemorragia

-¿Qué pulso tiene?

-Cinco-

-La perdemos

 

El dolor en el pecho va desapareciendo de a poco. El que vos me provocaste Juan, está ahí, latiendo al ritmo del corazón –Ya no te quiero- dijiste y fue peor que morir. El calor del infierno me rodeó  y en su apretado abrazo, vi destruidas mis ilusiones. Cuantos momentos apagaban un presente y lo que era un arco iris, se convirtió en escala de desteñidos grises…. -¿Alguien abrió una ventana?...tengo frío-

 

-Vamos a intervenir, quizás la salvemos

-¿Está todo preparado?

-Si doctor-

 

¡Pedro amigo!, bálsamo de consuelo, vasija de mis lágrimas   –Iré contigo a donde sea- dijiste,  y mi mejilla sintió tu beso. -¿Dónde estás ahora? No puedes dejarme sola,  porque tengo miedo. El camino es largo y solitario, con un cielo sin nubes ni palomas- -¿Recuerdas la que adoptamos en la plaza? ¿La que comía de nuestras manos?  No podemos faltarle, moriría de inanición- -Veo la silueta desdibujada de los árboles y sobre la copa, un cielo negro. Recemos, nunca lo hicimos. Esta será nuestra primera vez,  quizás resulte.

 

-Habrá que hacer una incisión más profunda para extraer la bala

-Adelante doctor

 

-¿Y vos asesino? Mentiroso de los sentimientos. Acecho maligno de las  cosas vivas. De los días amarillos y las tardes rojas.

–Usted no me llamó, pero estoy aquí- musitaste, con un semblante de expresión sombría y dando a tu voz matices de rencor-

-¿Cómo entraste?

Nunca pude ver tu falsedad hasta que dijiste,  con  vos pausada, sin inmutarte

–Vengo a escuchar sus últimas palabras

-¿Qué decís? Cada gesto aumentaba la tensión de mis nervios

-Que su indiferencia dejará de humillarme. Que ya no seré invisible, porque usted no estará para eclipsarme.

-Escuchame- te dije temblando de terror. Tenés veinte años y yo soy una mujer-

-Ya lo sé. De la mujer me enamoré. La veneraba como a una virgen,  pero usted me miraba con desconfianza, protegiéndose   de mí.

-Guardá el arma y hablemos

-¿De qué?

 

No sé nada más. Creo que disparaste Un dolor agudo en el pecho y luego las tinieblas por las que navega mi cuerpo.

 

 

En una central de policía, dos personas de la fuerza conversan

 

-Eran tres los sospechosos, el novio de la mujer, un homosexual amigo y el hijo del portero del edificio, un muchacho despechado que resultó ser el asesino.

-Inspector ¿qué lo delató?

De acuerdo a la autopsia se encontraron restos de frutilla en el estómago de la  occisa  como que fue lo último que ingirió, dice el informe del médico forence.  Investigando supimos que  la noche anterior  al día del crimen, el asesino había comprado en la tienda de la planta baja, una caja de frutillas,  preparada para regalos, que encontramos vacía en el cesto de los deshechos, en la cocina del departamento de ella..

-¿Confesó?

-Si, bajo presión. Con una hostil agitación interna. Parecía hastiado de angustia y sombría exaltación

No estaba arrepentido y cuando subió al cuarto piso fue conciente de lo que iba hacer

 

Se las verá feo, tiene muchas cosas en contra. Ciertamente, hay amores que matan.

 

Teresa Ternavasio

 

5/12/10