Negras lágrimas suicidas
cayendo por mis mejillas,
frias, secas, quemadas,
cenizas de un alma escombrosa.
Rechazadas por el negro carbón
de mis desdichados ojos sombrios
perdidos en la caótica profundidad
de mi triste espíritu derrumbado.
Mis huesos mutados en mármol
hacen de mi ser un sepulcro,
y en mis carnes se desprenden
leprosas pieles putrefactas.
En mi boca sin mandíbula
se oculta una lengua venenosa
guiada por un tumor como cerebro
corrupto de neuronas cancerígenas.
Cuyas dendritas infectadas
perforan mi cuero cabelludo
actuando falsamente de un bello
que por sus poros sangre supura.
Mi corazón... Mi corazón...
De latir se ha parado
y sus músculos se atrofiaron
pues otro destino no ha hallado
por ser causa y razón
de tal monstruo creado.