Orgulloso y encantado
yo perdí sin insistir,
sin invertir una ilusión dentro de mí.
Me acobardé con la torpeza,
esa que hay en mi cabeza
de no quererme involucrar.
¡Basta ya de convencerme
que no existe nadie más¡
Siempre igual, solo en el bar
bebiendo mi propia soledad.
¿Será un capricho el no querer amar
o soy tan tonto por no olvidar?