No estás sola con la espina de la angustia
Ni tendrás que agazaparte de rodillas sobre piedras gastadas,
con deshonra en el tránsito de la rueca de la vida descarnada
Ni acelerar tu ritmo , ni tu paso, ni tu latido tras un mañana.
Porque no estás sola
Está mi mano almibarada, mi pecho abierto en estocada de pórtico,
tan abierto como una muralla lastimada, y
una playa de tierra submarina desembocando
en mi sangre labrada para ti, dúctil y acuática
Nadando los peces escamados
las aguas salinas para tu sed y
alimento en mis fauces de saliva.
No estás sola con tus fantasmas, ni llorando tus lagrimas diluidas.
Porque están mis hombros
enlazados como selva clara para tu ojo irritado,
hombros estirados como rama inalterable de roble
Espantando los harapientos espectros, al territorio infértil del sepulcro
donde se revuelcan doloridas las penas disueltas.
Y los líquenes y algas deshidratados explotan como diques rotos
que ya no contienen tu instinto presente.
No estás sola
Ni el mañana hallará huella ni rastro de tu sombra
paseando desnuda de compañía con la mano al vacío negro,
Morirá encerrada en el cuarto de las “pinturas negras” innombrables,
donde cuelgan y lucen en manchas y
en torva se deslizan al olvido irrecuperable.
No estás sola en tu cuerpo que fue rehén de claustro,
ahora mis pies masculinos la habitan
Ya no hay hambre para tu boca porque esta mi carne de pan y espiga
Mi trigo dorado, bronceado el sol en tu piel blanca
de hembra con olfato de pedrigge
Mi fiebre útil y gélida para saciar tu fruto ardiente
Y mis manos de instante que ya no retroceden...
Si no,
está mi amor en figura de corazón y fuente
para que arrojes tu moneda de dicha y
pidas todos los deseos inconclusos.