Bajo el sauce llorón que al borde había
de un regazo de linfa transparente,
te vi una tarde de calor ardiente
suspirar con liviana picardía.
Te quitaste la ropa muy tranquila,
segura de que nadie te acechaba,
aunque entre las floresta se agrandaba
buscando tus encantos mi pupila.
Lo primero que ví, fueron tus senos,
menudos, blancos, de misterios llenos,
como las flores del jardín de mayo.
Después tu vientre de color de rosa
y al ver de venus la rizada rosa,
lancé un grito... y a ti te dio un desmayo.
Angel G. Lugea