Era un blanco papel,
en él, un verso.
Era un verso de amor
no terminado, empezaba:
"No es verdad que me quieras,
si me amaras..."
después una lágrima y borrado.
Seguían tres renglones en blanco,
que decían mas que todo
el poema comenzado;
tachada una palabra,
luego escrito, al azar,
sin puntuacion ni nada,
un pensamiento triste,
un pensamiento intenso,
imposible de leerse, pues formaba
un cuarteto sin fin y sin comienzo.
Una estrofa completa sólo había
y que indecisa y borrosa se leía:
"Si pudiera yo amarte, te adorara
con alma, corazón y vida,
más cansada de quimera y desengaño,
de la dulce mentira, del engaño,
cansada ya de la emoción fingida,
del amor pasajero, del cariño
que siempre miente y después olvida".
Era blanco el papel,
en él un verso
que una tarde yo puse entre tus manos,
con anhelo de verlo florecido,
y queriendo en realidad forjarlo;
era un verso de amor entre tus manos,
más, no sé si lo besaste y si tus labios
fueron verdugos de aquel verso extraño,
o si tus dedos como dos tiranos,
lo hicieron mil pedazos sin mirarlo.
Sólo sé que esa tarde,
mientras tú con anhelo preguntabas,
yo en silencio con dolor callaba,
y el viento de la tarde se llevaba
el milagro del verso hecho pedazos
y tan sólo quedaba entre tus brazos
por capricho del aire colocado,
un papel, un pedazo solamente
del comienzo del verso destrozado,
que decía entre borrones dulcemente:
"No es verdad que me quieras,
si me amaras..."
después una lágrima y borrado.