Qué manía la tuya de jugar a las palabras,
de dejar los “te quiero” lanzados al viento,
como si fuesen palomas al vuelo.
Qué manía la tuya de hacerme desatinar,
de descontrolar con ese “te extraño”
mi paz y mi voluntad.
Qué manía la tuya de aparecer
cuando creía este amor muerto,
enterrado en un lejano desierto.
Qué manía la mía de creer en las mentiras…
las mentiras tuyas de que me quieres
y las mentiras mías de que te creo.
Qué manías las tuyas y la mías
de jugar a querernos...
de apostar al amor y seguir perdiendo todavía.