Nadie me podía hacerme desistir mientras con un guiño me mirabas,
coqueta con ese don de ser hermosa, como una gata en su andar elegante
se aproximaba con sus pechos desnudos y su torso medio cubierto con
una toalla que no alcanzaba a esconder ese pozo de deseos desenfrenados
donde mis ansias me tientan libertino.
Con prontitud me aproxime disimulado ecuanimidad en mis pasos, con una
gambeta del más diestro libidinoso te arrincone contra la pared, mientras
con mi otra mano te arrancaba la toalla. Como un insecto sobre una lámpara
excitado por su incandescencia, rijoso caí a tu llamado carnal.
Y cómo no iba del todo sucumbir a tal hermosura de mujer, cómo no escapar
mientras posaba en tu cuello mis besos desaforados, con ese ímpetu del deseo
desmedido galopantes de mi frenesí.
Despacio y controladas mis manos recorrían tu desnudez, despacio y tenue mis
manos se apoderaban de tu excitación como el aterciopelado más fino tu dermis
parecía traspasar la cúspide del umbral .
Repase una y otra vez con mis labios cada rincón y cada gemido, maniobre
avivando tu hoguera. Cada espasmo y cada gota de sudor sobre nuestros cuerpos
parecían combustión para atizar pasiones a lo largo de esa noche sin tiempo ni reloj.
Y me adueñe de cada centímetro de tu cuerpo, de cada suspiro, de cada manía,
como el conquistador más osado te hice mía.
Había esperado ese día tan especial, dispuesto cada detalle, nada podía estar fuera
de lugar…Las flores, las velas, el vino…Todo cabal para ese encuentro tan especial
en aquel hotel tan acogedor invitando al romance y la pasión. Todo dispuesto para esa
hora tan ansiada, con nerviosismo del un chaval, ese 14 de febrero te propuse
matrimonio y con lagrimas de alegría me diste un…Sí ... Un sí cientos de veces mientras me
abrazabas y me recordabas que me amabas sobre todas las cosas, mientras aquella noche,
aquel hotel y aquel marco tan esplendido se conjuraron para perdirte que fueras mi acompañate
para toda la vida.