Desde que amanece no te dejan en paz los celos.
Celas el día y los minutos que arrebatan mis impulsos.
Celas la noche porque me contagia de amores invisibles.
Revisas mentalmente tu necedad,
mientras yo de reojo miro mis libros.
Antes que los maldigas
te doy un beso y el “ya vuelvo”.
Nada es cumplir con los preceptos…,
con la regla general.
Los celos te tumban,
pero la cama repudia mi presencia.
Estoy convencido que desconoces mis kilómetros,
que ya olvidaste mis carreteras
y mides mi sombra
con la exactitud de tus celos;
cuando por desgracia tengo un amor sin medida.
Hoy arrodillas tus razones
y piensas arrastrar todo el dolor del mundo
sin pensar que así jamás podremos zapatos al pensamiento,
porque no quisimos poner en marcha los pies
y para justificarnos diremos
que fue un error involuntario,
que engañados fuimos por la inconsciencia
que nos indicaba traición y desajuste.
¡Celos…celos!
Mañana será demasiado tarde ya
y cuando no arranquemos más nostalgias,
cuando estemos en sombra pétrea
o en la ausencia,
cuando ya nada resulte monumental,
cuando no hayan preguntas necias ni respuestas tontas
o al revés.
Pasará lo que tiene que pasar.
Porque el hombre no pregunta para escupir
sobre la vieja hojarasca vilipendiada.
Y Pronto estarás sufriendo
al no encender el fuego que antes ardía.
De nuevo la razón mostrará sus joyas
callando con oro tu inseguridad.
A ésta hora es fácil renacer entre mis dedos
sobre el teclado
Yo con mis manos e insistencias
y tú con tus celos
sin pronunciar mi nombre mientras duermes
por temor a las pesadillas.
JUSTO ALDU
PANAMEÑO
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