Primer minuto: lo malo
El céfiro es detenido
Al llegar hasta su boca
Se aleja de su camino
Cuando a sus labios, toca
Los ojos cada vez más albos
Y perdidos en la lejanía
Como soltando un clamor vano
Hacia el viento y su apatía
Recordando lo que no vendrá
Con el alba del siguiente día
Intentando todavía inhalar
Todo el aire que se desvía
Pensando en lo que quedará
En las mentes de los cercanos
Si alguien habrá que llorará
Por el eclipse que ha dejado
La ventisca estrangula el cuello
Pero se aleja de los pulmones
En la fría opresión del viento
Se recuerdan todos los errores
El perdón que no fue pedido
Y la disculpa que fue rechazada
Todo el odio que fue sentido,
Tantas sonrisas desperdiciadas
La banalidad de las actuaciones
Y el sinsentido de los pasos
El divagar de las justificaciones
Que la ignorancia, han ocultado
Sin saber si mirar al cielo
Y hacia el elevar una plegaria
Para encontrar algún consuelo
Al saber que todo acaba
Sesenta segundos de infierno
Un minuto de reflexión
Buscando en los propios adentros
Indulgencia, clemencia, perdón.
Segundo minuto: lo bueno
Una luz hay que brilla
La luz del propio perdón
Mientras todavía se oscila
Entre la vida y la defunción
Tranquilidad que ha embargado
Un cuerpo que se va helando
Sin culpas, se ha alivianado
Mientras las sombras se van disipando
Premoniciones de felicidad
De momentos de deleite
Que vendrán con la eternidad
Cuando el cuerpo quede inerte
Hasta el dolor que la asfixia provoca
Ha pasado a un segundo plano
Serenidad que la mirada denota
Por pensar en la dicha, de antemano
Nadie recordará las falencias
Olvidados serán los tormentos
Cuando se desvanece la presencia
Se difumina también el resentimiento
Como si la persona se dividiera
En dos mitades ambivalentes
Lo malo, con los huesos se entierra
Y solo lo bueno queda reminiscente
Sesenta segundos de paraíso
Un minuto lleno de ilusión
Añorando que llegue el solsticio
Para quemarse en el cénit del sol
Tercer minuto: lo real
Los vientos decidieron alejarse
Llevarse los soplos de vida
Era hora de que la flor se marchitase
Y dejara una carcasa vacía
Y aunque en el mundo solo quedan
Quienes recuerdan envueltos en llanto
A aquel que terminó la vida pasajera
Tal vez sufriendo, tal vez rezando
Y aunque el ataúd solo lleva
Un cuerpo vacío y pesado
Que se descompondrá en la tierra
Y será alimento de gusanos
Quien sabe que le espera
A quien después de tres minutos
Vio pasar su vida entera
Y abandonó por fin el mundo
Quien al final del tercer minuto
Oyó su último latido
Y al sentir el último segundo
Se sintió, por fin, tranquilo.
Andrés Ruiz H.