A veces triste discurre el tiempo;
Las nubes ciernen de repente el ocaso
si me faltas tú.
Nada atina entonces: un ruido me rompe;
El silencio destroza mis pedazos,
el dolor ocupa aromas y colores...
Nada significa entonces.
Nadie acompaña la soledad infinita.
Todo se volatiliza, el corazón vomita,
Mis sentidos enloquecen, tu memoria me arruina.
Algún desatino del destino
Apagó el brillo de nuestra historia,
alentó el miedo, sembró venganza.
¡Yo no sé cómo se precipitó,
qué día fue, qué palabra!
Desde entonces te quiero sólo con miradas.
Desde entonces las lágrimas emanan
por detalles sin importancia.
Lloran unos besos inocentes, unos abrazos;
lloran por unas manos apretadas;
lloran por ti; lloran por los enamorados.
Tu recuerdo no agota mi voluntad
Y, derrotado por el olvido,
Persigo vanas sombras que tu silueta
Desparrama por los caminos.
Cegado por tu estrella arrastra
Mi juventud un saco de siglos
repudiando las cosas hermosas.
Me despido de ti a diario:
Te amo desde el desamor
Que germinaron tus encantos
Ayer... parece que fue ayer
Cuando me dijiste te amo.
¡Ay, amor jamás confesado!...
¡Mas valiera matarlo!
¡Amor partido y solitario,
amor que muere en verano,
amor que suspira por tus labios
y abrazos imaginarios,
amor tan frágil derrotado
por el tiempo y el espacio!
¡Cuanto añoro la duda de tu cariño!
Tu ausencia definitiva me precipita
A las garras de la soledad desnuda...
¡Cuánto pesa su evidencia infinita!
Mira las lágrimas de mi ataúd.
La muerte que respira ha sustituido
A las emociones que despertabas
Sin querer, cuando me mirabas tú.