Yo tuve un sueño y sólo Dios lo supo
soñé que serías mio y yo sería tuya
soñé que me amarías igual que te
amo yo, soñé que tenía tus besos, tus
caricias, tu cuerpo y que nos retozabamos
sin miedo al tiempo ni al espacio, sin
miedo al mortal común; que murmura
en cada esquina el encuentro furtivo de
sus semejantes.
Dios fue mi cómplice en esta aventura
que emprendí, pero que me tocó regresar
sola ya que el protagonista de mi sueño
no embarcó en la nave que naufragó
sin permitir cristalizar ese viaje que fue
sólo un sueño, y que Dios me permitió soñar.