Tomando la tierra corrugada
recogiéndome del suelo, poluto y oscuro
hacia el horizonte nada más
que una desierta estepa
abandonada y estéril,
solo restos incipientes
yacen esparcidos,
entre desechos, basuras desgastadas,
cadáveres de animales, ruinas abandonadas…
Ninguna planta, ni siquiera un insecto,
cubierto por una densa neblina
este paramo infértil cegado de los rayos del sol,
de pronto algún ruido, algún movimiento
¿quienes son estos seres que habitan estos inmundos lechos?
Se miran entre ellos, miran a su alrededor
tal vez buscando a quien juzgar
pues fueron las acciones de ellos, de aquellos
que los llevo a este averno,
apenas con trémulos movimientos
consiguen incorporarse,
su carne escasa y estrujada
sus ojos hundidos y vacios,
el Denuedo de su espíritu
que los llevo a destruir este mundo,
ya resquebrajado…
Sin aire para respirar
sin alimento para subsistir,
sellado ya su destino,
todo por ese vacio insaciable
de depredar y consumir
asesinar y destruir,
nuestro propio hogar,
sellado su destino
a una lánguida y aguda muerte.