Mi madre ha vuelto a casa, el ambiente se perfuma con su aroma...
Amo tus ojos de avellana,
junto a la tenue sonrisa de tus mañanas
porque suelen replicar campanadas de vida,
cálida lisonja a mi necesidad de saberte.
Eres el verso de la fémina experiencia,
la caricia más dulce que el viento recita.
Una palabra que colma la fragancia de tu arribo,
el beso eterno de la lágrima de una rosa.
Cada fragmento de tu historia, uno a uno tus detalles,
los he bordado en mis recuerdos,
vivos en la piel de tus hijos, que somos carne;
tu humilde legado por el mundo.
Clavel Rojo
Alejandra P. Rodríguez Espinosa. Todos los derechos reservados.