Alfonsina
Alfonsina halló un caracol sembrado en la arena,
Dentro del caracol,
en el último mundo,
las olas lamían las paredes de su casa de cristal.
Horrorizada lo arrojó al mar,
tan lejos como pudo.
Después,
entrándose en las aguas,
de ese río,
que parece mar,
fue nadando tras él.
Hoy en día,
cualquiera que pase por ese lugar,
a esas mismas horas,
si mira al sur,
y pone atención,
escuchará un canto dulcísimo,
proveniente de las olas.
Y si corre con más suerte,
quizás escuche como esas mismas olas,
al romperse contra el acantilado,
liberan un quejido,
es el canto doloroso,
que existe en La Inquietud del Rosal.
Rey de Siyankán