Como árbol de navidad
después de un funeral,
encuentro en mi soledad
a la etérea noche astral.
De turbas los recuerdos
en la memoria rebotan
y de tal forma la azotan
que el insomnio enlutan.
Como un faro de Santa Lucía
encuentro a la inmensidad.
Rabiando el perro en la esquina
por mi figura fantasmal.
Porque mi corazón siente por otro.
Porque mi sueño ya no es mío.
Porque a mi me late el cerebro.
Porque mi llanto es para adentro.
Ángeles negros encubiertos
en aureolas deslumbrantes,
inspiran a mis talentos
corrompiendo los mismos vientos.
Los árboles gimen a bocanadas
de aire, simbolizando en la nada
los ripios de mi adolescencia
que quedaron en el fondo de la almohada.
La silueta de la labrada peña
a la naturaleza representa
con majestuosa presencia.
¡Qué insignificancia de mi alma yerta!
Con paso de caracol ,las horas van.
Un sueño sumido en melancolía.
La semana es un puente: día a día.
Sólo el verbo ineficiente: lo que sería.
Reposando la química de la fermentación,
sólo queda el regocijo de las consecuencias
y la memoria de la última ilusión
a la par del hielo de la ausencia.
Serpentean serpientes en retazos
de imágenes de aquel amor ,
como llanto oprimido por un beso
del canalla amor traidor.
La simetría de las tres calles únicas
están a años luz de mis aventuras
pueriles y mis visiones paradisíacas.
El viejo pueblo es un rescoldo de viejas rocas.
El bautizo de mi noctámbula vida
quedó lejano de mis intenciones.
Alusiones vienen de rezagadas pasiones,
Perdiéndose el tiempo en viejas canciones.
¡Si bien dijo Rubén: dichoso el árbol...,
seguro el sintió un clavo de oro partiendo
su corazón!