Dos infantes jugaban a ser mayores. Uno le dijo al otro
-cuando yo sea grande, quiero ser como mi papá;
él es muy bueno, porque me ayuda, no hace faltar nada
en la casa. Me besa, me abraza, me quiere y yo le quiero.
El otro amiguito que no conocía al padre le dijó,
- y yo cuando grande, quiero ser como Dios; pues es el más fuerte
y poderoso del mundo. Sabe todo, puede todo, es gran mago.
Yo quiero ser como Dios.
Pasó el tiempo y los dos infantes ya mayores se encontraron
de casualidad. El uno le dijo al otro, que haces? que es de tu vida.
Pues muy bien dijo el amigo -tengo una hermosa familia,
una esposa amorosa, dos hijos preciosos, en mi trabajo
y con los amigos excelentes; como mi padre, respondió
con una sonrisa.
El otro amigo quedó en silencio por un rato, te acuerdas? le dijó,
- yo quería ser como Dios. Por mucho tiempo le pedí como a un padre,
que me dee cosas, me habían dicho que él podía todo, que escucha y
ayuda a quién lo necesita.
No me esforcé, ni estudié, para qué me decía,
si Dios me dará todo.
He pasado mi mejor tiempo, aferrado a una falsa creencia;
de la omniciencia y la omnipotencia de parecer a Dios.
Los dos amigos se despidieron con un abrazo.
luz teresa maldonado folkerts