El rostro espigado,
señuelo de la muerte,
anticipo de lo venidero
epílogo del camino.
Un caminante va rápido o lento
lucha y se enoja o simplemente ríe
pero a pesar de toda su carrera
marcha a la velocidad de la vida.
Es lento su agonizar desde la cuna;
se nota en las espigas de su rostro:
manojos ramificados bajo el sudor
hacen aflorar los reflejos
en el añoso espejo del final.
Rostro espigado,
señuelo de la muerte,
anticipo de lo venidero
epílogo del camino.
El caminante va lento;
lo encorvan como mango de paraguas
las pesadas espigas en su hombro;
el caminante apenas es cosecha.
Lo agobia el trigo de los años
y le resta tracción el zapato;
y como si se quejara, de rato en rato
entreabre la boca ya sin grito.
Un torso empinado,
pañuelo de su suerte,
vaticinio de aguacero…
Final del camino.