A veces ni las soledades son suficientes
para acordarme de que existo.
De vez en cuando delineo una sonrisa en mi rostro
la dejo a la sombra y se marchita,
compro tiempo y vendo vida
enloquezco momento contra momento.
Escucho el rugir de algún recuerdo
de alguna gloria vana y senil,
me hago fuerte, me reviento,
me alimento de nada y de suerte.