Había atardecido frío y lluvioso
Como presagio de brumas
Interminables, caladoras,
Del cielo sobre mis mejillas
Se mezclaban asfixiantes y sobrecogedoras.
Maquillo mi calvario gallardo
En la indiferencia inquebrantable
Entre los jirones del alma herida,
Sin que nadie se atreviese a sospechar de mi rosario
Ser delatado por mi sufrimiento
Al verme derrotado
Mi pobre corazón humillado.
Nadie tendrá idea de mi dolor
Porque atinando el momento de la coincidencia
La naturaleza fuese tan precisa
Confundiéndose mis cristalinas letanías
Con la lluvia de invierno…
Y el frío tu adiós.