Emerges una noche de enero
con aroma a rosa en el bar de siempre,
y llegas a mi
con la imagen que tienes en sus sueños,
con el nombre que sólo ella inspira,
de acentos lejanos
que viajan por un camino de obsesiones
hasta el alma que desde hace vidas compartimos.
No eres, Bie, tan sólo una promesa,
eres la crisálida que mañana despejará la luna con sus alas
y creará noches estrelladas con su soplo
y auyentará a las nubes o hará llover a su antojo con sus manos
y enamorará a su amante con labios de uvas
y canticos que evoquen la locura.
Bie, fruto del árbol y la mariposa,
ahora existes con un vestido blanco
y cabellera larga, negra,
también en mis sueños;
me llamas: Papá.