La hojarasca que cruje adolorida,
la que rozo con mis pasos, en mi huida,
no es más seca que la tierra que camino,
ni más estéril que los campos donde habito.
Me voy dejando mi añoranza refugiada,
allí donde ni siquiera sale el alba,
allí en donde los rayos no fulguran,
allí donde descansa el alma inerte
que ha sucumbido, en la espera por tenerte.
Con cada paso que doy trazo la huella,
para dejar constancia que he existido,
aunque vague mi cuerpo sin el alma,
aunque queden mis delirios en exilio,
yo seguiré la ruta señalada,
buscando, tal vez, una morada,
en dònde posar mis magros huesos,
en dònde posar mi carne enjuta.
Una tierra bien fértil y mojada,
una tierra en donde crezcan los frambuesos,
una tierra en donde el cielo no se enluta,
una tierra con aroma de azahares,
una tierra circundada por dos mares,
una tierra en donde el sol nunca se oculta.
Allì podré esperar sin un lamento,
aunque mi cuerpo sólo sea un esqueleto,
allí podré esperar plácidamente
que llegue ese beso de la muerte,
allí podré esperar plácidamente
que se acalle mi voz eternamente,
allí podré esperar plácidamente
hasta que quede sin un hálito mi aliento,
allí podré esperar plácidamente
que me envuelva la aurora para siempre.
Felina