Un temor casi frio en la garganta
y un grito en la mirada. Congelado.
Detrás nada. Un muro desconchado
y un ciprés cuya sombra se agiganta.
Y un gris amanecer que se abrillanta
con un rayo de sol avergonzado,
y un Caín y un Abel que maniatado
mastica el corazón que le atraganta.
Y una orden brutal, como un ladrido,
y una descarga cruel y fratricida
y un horizonte rojo repetido.
Y un hombre ya vacío en que trepida
la latitud terrible del olvido
al que se va la libertad abatida.