En la ladera de una rivera
encontré yo una flor,
una flor muy bonita,
tan preciosa y linda,
como echa de papel,
delicada.
Del suelo fértil y estampado,
con tierra vertebrada a su alrededor
se encontraba un inmenso lago.
En la ladera de una rivera
encontré yo una flor,
desolada,
sonando la campana,
acomapañando la soledad
a cada pasada mañana.
En la ladera de una rivera
encontré yo una flor,
tan bonita y linda,
como echa de papel,
arrancada.
Amonestado por el momento
recogí la flor en silencio
y santo sepulcro,
uno por uno,
los petalos estirpé
Y a lo largo del minuto,
del instante vi, entendí, confirmé, aguanté,
y finalmente, sin más dilación a la esperada función,
lloré...