Ya no importa cuántos verdugos
forcejeando mi cuerpo,
entrando y saliendo de él a su voluntad.
¡Bisontes torturadores,
no tengo más piel para vuestros golpes,
ni más sangre en los ojos!
En la calle el alto me dais,
festejando y regodeándoos
que en la noche anterior fuisteis vos.
Noto un pinchazo en el hombro,
¿qué me inyectáis malditos?,
si al colegio arrastra mi hijo ya mi pellejo.
¡Sigue golpeándome el vientre, si te place!
dentro de mí esa nueva mujer nace,
Te ve. ¡La estás haciendo crecer más fuerte!
Basiri, ¿recuerdas en aquel campamento?
poníamos agua cristalina a hervir,
¡bien, hoy sopa! - decían los niños- antes de dormir.