Los pliegues de la noche
me cubren de su manto mágico,
siento su contacto pegado a mi
como una segunda piel.
Una piel luminosa, cálida
que me encierra en sus húmedas
pegajosas tinieblas,
entre sinuosidades cerebrales.
La nueva luna se acerca cautelosa,
casi de puntillas como una bailarina
que atraviesa el escenario en un salto,
para subyugar a sus admiradores.
Me guiña un ojo cómplice,
al cual respondo con una sonrisa
salpicada de flequillos de nebulosa
y polvos de diamante.
Dicen que la nueva luna
trae fortuna,
si la muestras tu cartera
te la llena de monedas.
Siempre se la muestro,
pero la mía parece vacía,
¿será que tengo un agujero?
Siento unas piedrecitas heladas
chocar contra mi cabeza,
centellean como brillantes
se esparcen,
iluminan la noche.
Merche DemBar
10.3.11
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