Una tarde radiante la lluvia se avecina
los cuerpos rechinantes
se escurren entre esferas transparentes
con rayos convertidos en aislante multitud;
sendos caminos se humedecen en risas
largos y carnosos arrecian
con el río embravecido por las venas en laderas
cual amante encelado confiscado,
con vestidos, con palmeras, con el viento,
con los tallos, con las piedras, con el verde,
la rosa mustia se entremezcla,
el ciprés se hunde en olorosos pétalos
de fuego y carne cálida viviente
para entregar su esencia como lluvia torrencial.
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