Yo sé que cuando me miras me amas.
Cuando suspiras me llamas.
Cada que duermes, conmigo sueñas,
y cuando tú platicas siempre hablas de mí.
Cuando por la calle vas, mi sombra te acompaña.
La brisa me trae tu aroma y el viento acerca tu voz.
El roce de tus dedos es una larga caricia.
Lo tibio de tu piel fuego que quema mi alma.
Que me hace perder la calma, la tranquilidad,
el sueño, la conciencia.
Cuando miro tus dulces labios mi mundo se detiene,
anhelo acariciarte, estar cerca de ti.
Ese leve temblor en tus labios, ese suspiro, esa queja,
son señas involuntarias de que se agrada este amor.
De que te gustan mis versos, mis rimas, mis poemas,
donde día a día plasmo mi pasión.
Mi pulso se acelera cuando llegas, cada que dices: hola!
Cuando quedamos a solas y simulas trabajar
mis manos tiemblan, se me seca la garganta
y me cambia el timbre de la voz.
Por eso te suplico me digas que me amas,
me entregues tus caricias, las luz de tu mirada,
el néctar de tus labios, lo blanco de tus uñas;
tu alma en madrugada y el fuego de tu amor.
© Armando Cano