Sin timón, sin velas y sin remeros
navego en el océano enfurecido
y agarrado con fe a dos maderos
a la esperanza quedo sometido
flotando en el mar embravecido
las crestas de sus olas tenebrosas
con espumas todas ellas coronadas
me mecen y pareciendo generosas
me ofrecen sus efímeras alzadas
voluptuosas, orgullosas y obcecadas
con sinceridad aguanto la tormenta
sus vientos y sus fuertes oleajes
y velando mi alma bien se ausenta
de la tempestad y su oscuro equipaje
que pretende que mi fe se resquebraje
mas de cerca que de lejos
esta la luz que disipa las dudas
el interno y divino consejo
que en las apariencias no se escuda
y a obrar con conciencia bien te ayuda
sus actos bien los definen
sus palabras bien los delatan
y por muy alto que ellos trinen
la cruda realidad los desbarata
igual que la calma a la tormenta la mata
si la ley de Dios la acatas
del sectarismo te despojas
y actuando de forma sensata
la cuerda que te ataba se afloja
y el único Dios con su amor te aloja