COMER un muslo de pollo
bajo la lluvia de marzo
es como agudizar el olfato
en una funeraria.
Me has pedido resurrección
ahora que los terremotos son lapsos
de hijos desarraigados;
únicamente puedo cederte alianza y bien,
o algún que otro sabor a sal y limón,
sabor que en su día estuvo situado
en mis magulladuras
de hombre demasiado
transitorio