RICARDO ALVAREZ

LEPRA DEL ALMA - en poema y relato corto. de ASPAS de la VIDA

 

¡ Pobre mujer pobreza ¡

La celabas en su lecho de reposo. y

al alba clamabas en sigilo

su presencia.

Colmaste su sangre de frío.

De pronto era su voz,

el canto de tus silencios.

Tus ojos la miraban,

tus labios la pronunciaban.

¡ Pobre mujer que saboreo el pan y las sabanas de escarcha ignoro!

Sus huesos le dolían,

embriagados de tu humedad.

Mas era un clamor ínfimo, con sus pesares del alma.

La seguías por las calles y ella, indiferente a tu presencia.

 

Hiciste de su hogar una casa.

Casa carente de alegrías.

Con soledad de penumbras

y soles de  tibio ocaso.

Macilentos, casi apagados.

La seguías con amor de abandono,

Tus dientes de carcoma resplandecían

al tocar su puerta con una rosa en mano.

Ella taciturna y medrosa no abría.

Tu mirabas a los pobres con regocijo

Limpiar su ultimo plato distante.

Te apetecía más ella, con su vejez de pútrido madero.

Te rehuía en placida marcha, escondida en las sombras.

Le diste una risa dentada carente de sonrisa, y

de su plato opimo, solo migajas recogías.

¡ Pobre mujer ¡

Fue tan rica en sus miserias

que no supo de tu digna nobleza.

Creyó que eras tu quien la perseguía.

Su soledad compañera. Su opaca sombra en espera.

El pretendiente de su alma. Mas nunca fue tu novia.

Tuvo un solo amante.

Su alma era esclava de tu amiga distante.

            La Miseria.

 

ES EL MISMO.

 

¡ Pobre mujer pobreza ¡. La celabas en su lecho de reposo y al alba clamabas en sigilo

su presencia. Colmaste su sangre de frío. De pronto era su voz el canto de tus silencios. Tus ojos la miraban, tus labios la pronunciaban.

¡ Pobre mujer que saboreó el pan y las sabanas de escarcha ignoró!

Sus huesos le dolían embriagados de tu humedad. Mas era un clamor ínfimo, con sus pesares del alma. La seguías por las calles y ella, indiferente a tu presencia.

Hiciste de su hogar una casa. Casa carente de alegrías. Con soledad de penumbras y soles de  tibio ocaso. Macilentos, casi apagados.

La seguías con amor de abandono, Tus dientes de carcoma resplandecían al tocar su puerta con una rosa en mano. Ella, taciturna y medrosa no abría. Tu mirabas a los pobres con regocijo limpiar su ultimo plato distante.

Te apetecía más ella, con su vejez de pútrido madero. Te rehuía en placida marcha, escondida en las sombras Le diste una risa dentada carente de sonrisa, y de su plato opimo, solo migajas recogías. ¡ Pobre mujer ¡ Fue tan rica en sus miserias que no supo de tu digna nobleza Creyó que eras tu quien la perseguía. Su soledad compañera. Su opaca sombra en espera. El pretendiente de su alma. Mas nunca fue tu novia.

Tuvo un solo amante. Su alma era esclava de tu amiga distante. La Miseria..