Estando recargado en el balaustre,
de la ventana de mi gabinete,
divisando a los lejos el relieve,
la hermosura de un horizonte.
Admirado la belleza del piélago,
que aun con la fuerza de céfiro,
inspiraba a viajar muy lúcido,
al encuentro deseado y fortuito.
Estar en Paros, en consejo
del más escondido secreto,
la Diosa Venus acompañando
en un ardiente encuentro.