Es tan grande la distancia
que a veces me duele el alma…
por los caminos perdidos,
que me llevan a tu casa.
Es triste que el pensamiento
no tenga ni pies ni alas
para acortar los trayectos
y atravesar las montañas.
Sólo el deseo sincero,
madurado en la esperanza
y en el silencio sonoro
de días y madrugadas
se convierte en ángel raudo
y me cobija en sus alas
para llevarme hasta ti
y asomarme a tu ventana.
Quiero besar esos sueños,
que tú tienes siempre al alba,
y acariciar la sonrisa
siempre presente en tu cara.