Eres el umbral de mi descanso
La morada eterna de mi reposo
Una hoja de palmera dátil en medio de la avenida y el caos.
Un semáforo descontrolado y teñido.
porque vuelvo de la comarca de tu abrazo
Con mi sombra vestida de blanco.
La oscuridad desliza suave el piso del olvido,
con los patines argentos
del basural encendido de los recuerdos calcinados.
Regreso sin fatigas de ti y
las agonías sanadas en tu regazo de corteza y
tu brazo de algodón es mi cuna de arrope.
Embellecido regresa mi cutis
con la miel de estío que derramas,
la feronoma rociando gotas en mi axila viril,
con brillo tan atractivo que los silbidos me rodean en la calle.
De mi linfa sangre al continente de tu turgencia,
una amnesia de goce, y
los terrores hundidos del camino transitado.
Sepultada mi penumbra ante tu risa de desvelo, y
en el trecho hallo siempre
tu rostro con mis rasgos grises derrotados
Como el hongo infecto abatido en la cremosa luz del sol
abrazado al roto espejo de los ocasos,
donde brazo y reflejo
caen al precipicio de los olvidos sin memoria
De la penumbra solitaria regresé,
compañera y amante mujer
Con un mínimo átomo de tu brisa oxigenada
Inflado mi pecho como vientre de bandoneón.
Como si tu soplo de aire viniese de un campo eólico y
aspas nuevas enmarañadas en copula,
entre una ventisca gigante y un maremoto vengativo, y
la Dama de los ojos ciegos y ecuánimes llevase tu nombre.
De mis labios partidos en grieta ya no recuerdo ni el cacao
Entonces me bastan
los cándidos silencios y tu voz de palabra callada
Es suficiente para mi “sujeto” de andar transitado y
como enviciado carrousell
retorno a tus labios de afecto creciente.
Con mi antigua epidermis de corteza ya quemada,
mi nueva piel con tu boca de esquela estampada y
tus tibios labios que no dejan de nombrarme en eco