Noche de tormenta
que descargas sin piedad
tu siniestra furia sobre toda la materia.
Noche lóbrega y maligna
con música de truenos
e iluminación de relámpagos;
tu escenario yace horripilante
cual funesto campo santo:
sordos sonidos del cierzo en los alambres,
chirridos que se pierden
al final de las calles
como extraños mensajes
en explicación fatal.
Crujen los cristales, parecen romperse;
desde el cielo electrizado, plomizo y ceniciento
se desprenden centellas
cual señales de luces
emitidas solamente
por la atmósfera agreste.
Ninguna nota de armonía
se percibe en derredor,
sólo la torrencial lluvia
pone una nota grave
de melodía fúnebre en mi alma...
¡ y hasta me enloquece
este maldito vendaval nocturno!...