Ahora los techos vuelan.
Sí, sí; vuelan, lo descubrí ayer.
Iba yendo a comprar cigarrillos
cuando lo vi:
El techo del vecino en pleno despegue
de entre los demás.
Con dirección noroeste
a unos veinte kilómetros por hora,
se alejaba muy campante el techito
sin más pasaje que un nido de hornero en el alar,
una pelota desinflada
y vaya uno a saber qué cantidad de pequeñeces
olvidadas en el anonimato de su planicie.
Toque timbre al vecino
y le conté la novedad.
Pero su techo sale a volar
todos los martes de tres a cuatro y media de la tarde.
Le deje el recado y me despedí fumando.
Cuando entre en casa
vi que mi techo faltaba.
En una nota sobre la mesa
dijo haberse ido con un vecino
y algunos más a buscar otros techos
que quisieran volar.
Me senté en la cocina.
Estire piernas y brazos.
Fui hasta el balcón.
Y despegue mis alas
buscando un techo donde anidar.-
M.R.