Al pie de las sementeras y casi sin advertirlo
descienden desde los cerros
donde una vez fueron niños
acurrucados en flores y pintados de tierra
emergen ante los ojos,
nuestros hermanos indios
Aman transmutados bajo la piel cicatrizada
y desnudos cruzan el umbral de la vida
que algunos esquivan
pretendiendo ser otros
sin saber que a la vez,
todos somos lo mismo
Mas ellos no claudican
su condición humana.
Resistentes al sol y a la lluvia,
al oprobio y las discriminaciones.
Ríen sin ser viejos o jóvenes,
sin edad o sin canto. La melodía es su alma;
luego escapan precoces
hacia el verdor del viento
cabalgando sobre el potro de la luna
y soñando un sol de místicos ancestros.
Hasta el día de mi muerte yo seré parte suya
y vendré a recorrer otra vez el rostro antiguo
y gritaré junto a ellos:
¡NO HAY PAZ SIN JUSTICIA!
Harto de ser guarismo y ajeno al instinto.
He de ser tonada amarrado en cadenas
que mueve la sangre intempestivamente
nunca apartando el clamor de mi pueblo
que mastica el árbol de indígena belleza.
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Sobre un promontorio de piedras
bajo el cielo cobrizo
hoy noto arraigado en mi piel el panorama
como talle de luz de las distintas herencias
y desde la clarinada de mis huertos
descubro porqué me llamaron mestizo.