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Del panal líquido


Debo tanto a mis mayores,
que por siempre me consideraré pequeño.

Sé (por saber algo sé)
que la hermosura no está
en la estructura de los cuerpos,
que mi parte de mineral,
en la azequia, deja rastro,
deja más mundos abiertos.


Antes de estar en el vientre
y en la cuna fui,
de la nada un destello;
y al descubrir el sí de mi realidad,
abandoné la soledad,
me uní a la bandada
como grulla en el vuelo.


Me calcé ambos zapatos,
anudé mis cordones,
agradecí poder dar dos pasos,
tener abrochados,
sentimientos y emociones.


Precisa, el agua,
amable su arruyo,
bendita su pureza,
exacta su voz.


La luna magnética,
irradia sobre la tierra,
en sus mofletes rubor.
En el nivel de la alternancia,
se perpetua la consonancia
el fervor de la crecida,
incansable, equilibra la vigilia.


Veo, oigo, siento,
que la angustia atrae al desconsuelo,
que la amargura salpica el hogar
cuando pido más y más
de lo que dispongo,
de lo que tengo.
Trenzo una llanura de calma
y ésta se extiende dando remedios.


Voz, por que será,
que te elevas y arrebatas silencios.
Silencio, traes tú,
la expresividad sin decibelios.
Pero ay! cuando la voz se alza en gritos
y el silencio revienta
crisma y serenidad,
entonces la sal pierde su yodo,
el labrador pìerde su siembra,
y el desierto cubre la marisma.

318-omu G.S. (bcn-2011)