El fantasma del poeta es un aullido acorralado
como la jungla domada,
como la pompa submarina,
un zumbido tras el bullicio de lo urbano,
cardinal como las piezas muertas del ajedrez /
recurrente como el adicto por su alivio.
El ego de los poetas es un extenso llano de silencios,
tanta amargura en su tristeza / tanto dolor en su razón /
como una carta que se marchita desleída.
Qué es el poema sino un llanto que quiso ser canción /
qué es el poeta sino un grito en rebeldía.